por Lic. Iliana P. Márquez – Instructora de Yoga – Lic. en Fisioterapia y Kinesiología – M.P. N°3821
Pensar en yoga implica abrir el abanico a una multiplicidad de significados en función del conocimiento y el contacto que cada persona ha tenido con esta actividad que involucra cuerpo, mente y alma, a partir del movimiento.
En su ingreso a Occidente, el yoga fue considerado una religión, incluso hasta una secta y luego se lo encasilló como actividad física exclusiva para la tercera edad.
No obstante, su popularidad fue creciendo, y a raíz de eso, en el año 2014, las Naciones Unidas proclamaron el 21 de junio como el Día Internacional del Yoga.
La India propuso el proyecto de resolución para crear el Día Internacional del Yoga y recibió el apoyo de 175 Estados Miembros. El primer ministro indio, Narendra Modi, presentó el texto en un discurso pronunciado en la 69 sesión de la Asamblea General, en el que dijo: «el yoga es un don inestimable de nuestra antigua tradición. El yoga representa la unidad de la mente y el cuerpo, el pensamiento y la acción. Es importante coordinar todos esos aspectos. Ese enfoque holístico es valioso para nuestra salud y nuestro bienestar. El yoga no se trata solo de ejercicios, se trata de una manera de descubrir el sentido de identidad de uno mismo, el mundo y la naturaleza».
Gracias a esto, el yoga ha tomado fuerza como disciplina y hoy tiene un lugar muy importante en el mundo, su lugar.
La meta del yoga es unificar al ser, en aquellas personas para quienes ésta actividad es un modo de vida: buscan la iluminación, la conexión del ser humano con lo absoluto.
Para quienes no lo ven así, los beneficios del yoga también impactan en trabajo corporal y mental, logran la unidad y enseñan a tomar conciencia del cuerpo y también de la mente.

Todo esto es posible gracias a la respiración, que actúa como un puente entre el cuerpo y la mente.
A diferencia de otras disciplinas, en yoga, cada postura se realiza teniendo en cuenta el tiempo respiratorio: se inhala en las posturas consideradas «abiertas» (cuando el cuerpo se encuentra en apertura y extensión de miembros) y se exhala en las posturas «cerradas» (cuando los miembros tanto superiores como inferiores se encuentran juntos y el cuerpo está en flexión).
Esto favorece a la flexibilidad al cuerpo, y al mismo tiempo le otorga fuerza y equilibrio, lo que repercute de igual manera en nuestra mente.
Experimentar una clase de yoga es un camino de ida: nos relaja, nos cambia el humor y la forma de ver la vida como beneficios a corto plazo. Si lo practicamos con frecuencia y constancia, hasta llegaremos a la tercera edad aparentando y sintiéndonos más jóvenes.
El status del yoga como actividad física ha superado las fronteras y se ha instalado como práctica reconocida, incluso en el ámbito científico – académico.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a sus Estados miembros que fomenten la actividad física de los ciudadanos para evitar el sedentarismo. Médicos y psicólogos recomiendan realizar está práctica por sus innumerables beneficios a nivel integral.
El yoga como disciplina también ha traspasado la barrera etarias. Si bien surgió como una actividad destinada a los adultos mayores, hoy hay innumerables tipos de yoga, para todas las edades.
¡Gran paradoja! Habiendo sido considerada una actividad sólo para el ocaso de la vida, elegir hacer yoga como un modo de vivir nos lleva a disfrutar mejor de cada etapa, preparándonos para transitar un saludable y tardío crepúsculo.
